• Hermosillo, Sonora, México a     |  Año 29 No. 11    

El cuento de la clase media

Omar Alí López Herrera / [email protected]




Nota publicada: 2025-12-25

Sin Medias Tintas.

Omar Alí López Herrera.

El cuento de la clase media.

En el discurso del bienestar la clase media se ha convertido en un concepto tan elástico que puede estirarse para cubrir cualquier narrativa que el gobierno necesite vender. La insistencia oficial en que la clase media ha crecido exponencialmente responde a una lógica que tiene poco que ver con la economía y mucho con la psicología social. Porque en política, la percepción no solo importa más que la realidad… la percepción es la realidad. Y cuando repites mil veces que la clase media crece, la gente empieza a creerse parte de ella, aunque cada semana le cueste más llenar el carrito del súper.

Esto también pasa en España. Tres de cada cuatro personas se autoidentifican como clase media, según el Centro de Investigaciones Sociológicas, aunque millones de hogares batallan para llegar a fin de mes y los jóvenes sobrevivan en una precariedad disfrazada de normalidad. ¿Y saben qué? Funciona. La gente prefiere decir “soy clase media” que admitir “estoy en aprietos”. Es más digno, más esperanzador, más… vendible.

El gobierno de la transformación ha enfatizado cifras de expansión de la clase media incluso cuando no existe respaldo claro con datos públicos. Pero ese detalle menor no importa, porque la estrategia no busca informar, sino construir una realidad percibida. Comunicación política Goebbels II: si no tienes los datos, construye la historia.

La clase media deja de ser una categoría económica para convertirse en una herramienta de legitimación política. Porque una clase media amplia —o percibida como amplia— se asocia con estabilidad política, participación ciudadana y legitimidad institucional. Dicho en términos simples: si la gente cree que pertenece a la clase media, es menos probable que quiera prenderle fuego al sistema.

Lo interesante es que la percepción no surge de la nada, sino que se construye a base de repetición. Los sociólogos lo llaman “la espiral del silencio”. Es decir, cuando un mensaje se impone de forma constante en el discurso oficial y mediático, quienes tienen experiencias divergentes terminan callándose o, peor aún, dudando de su propia realidad. Así, aunque tu poder adquisitivo no haya mejorado, si todos dicen que las cosas van bien, ¿quién eres tú para contradecir al mundo? No vaya a ser que te acusen de exagerado, de ingrato o de opositor resentido.

En España lo llaman “la paradoja de la clase media”. Es decir, en las estadísticas creces, pero en la vida real no lo sientes. Los indicadores macroeconómicos mejoran, pero tú sigues sin poder comprar una casa, sin ahorrar para el retiro y sin sentir movilidad social. Y si eso ocurre en economías más sólidas, imagínese usted lo que pasa en nuestro México, donde el discurso oficial se estrella todos los días contra el recibo de la luz, la gasolina y la despensa.

Lo que vemos hoy es una construcción simbólica con impacto político real. El gobierno no solo comunica cifras; intenta moldear la percepción de bienestar, generar la sensación de que el país avanza de manera generalizada. No es que todo sea mentira: es que la verdad se selecciona, se acomoda y se vende como logro histórico.

Mientras tanto, la experiencia cotidiana de millones de hogares permanece prácticamente igual. Pero eso es secundario, porque en la era de las narrativas políticas lo que importa no es lo que vives, sino lo que crees que vives. Y si el gobierno te repite suficientes veces que ahora eres clase media, eventualmente te lo creerás. O, al menos, dejarás de contradecirlo en público.

Pero bueno, dejemos el cortisol por un rato, como dice mi hermana Dulce. Les deseo a todos muy felices fiestas (que así se debe decir aquí en España, para no ofender a los de otras religiones… háganme el favor).

 

 

 



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