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Guterres admite fracaso en limitar el calentamiento global a 1.5 °C en cumbre previa a la COP30

LA JORNADA /




Nota publicada: 2025-11-06

Belém. "Hemos fracasado" en el objetivo de limitar el calentamiento global a 1.5 °C respecto a la era preindustrial, lamentó este jueves el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en la cumbre de líderes previa a la COP30 en la ciudad brasileña de Belém.

Guterres dijo que décadas de retraso y negación condujeron a que se haya "fallado en asegurar que nos mantengamos por debajo de 1.5 grados", el objetivo más ambicioso del Acuerdo de París.

"Esto es un fracaso moral y una negligencia mortal", dijo, y agregó que el mundo aún puede minimizar los daños si acelera acciones como la eliminación gradual de los combustibles fósiles.

Cumbre climática de la ONU arranca en Brasil con esperanza, pese a ausencia de EU

Los líderes mundiales que acudirán esta semana a la cumbre anual sobre clima de Naciones Unidas en Brasil no necesitarán mirar mucho más allá de las vistas desde la ventana de su avión para percibir lo que está en juego.

Alrededor de la ciudad costera de Belém se extiende una alfombra verde esmeralda adornada con ríos sinuosos. Pero la vista también revela llanuras áridas: alrededor de 17 por ciento de la cobertura forestal del Amazonas ha desaparecido en los últimos 50 años, devorada por la agricultura, la tala y la minería.

A menudo descrita como el “pulmón del mundo” por su capacidad para absorber grandes cantidades de dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero que calienta el planeta, la biodiversa selva amazónica ha sido cada vez más asfixiada por incendios forestales y talada para la ganadería.

Es aquí, al borde de la selva tropical más grande del mundo, donde el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, espera convencer a las potencias mundiales para movilizar fondos suficientes para frenar la continua destrucción de los ecosistemas que estabilizan el clima y que están amenazados en todo el mundo, y avanzar en otros objetivos climáticos críticos.

Los organizadores esperan que la Conferencia de las Partes de este año —conocida informalmente como COP30— arroje compromisos económicos y de acción para apoyar los objetivos establecidos en cumbres anteriores, presentándola como la “COP de la implementación”. Pero tendrán que superar la reducida participación de los mayores emisores del mundo, ya que los líderes de las tres naciones más contaminantes —China, Estados Unidos e India— no viajarán a Brasil.

Estas tensiones se pondrán de manifiesto en la reunión preliminar de líderes que arranca este jueves, antes del inicio de las conversaciones formales sobre clima la próxima semana.

Donald Trump, que retiró a Estados Unidos de los Acuerdos del Clima de París el mismo día que asumió la presidencia de ese país, no enviará a ningún funcionario de alto perfil. China estará representada por su viceprimer ministro, Ding Xuexiang.

Esto hace que el resto de los líderes que acudirán a la reunión —como el primer ministro de Reino Unido, Keir Starmer; el canciller de Alemania, Friedrich Merz; la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron— tengan que enfrentar no solo las consecuencias de una crisis climática global cada vez más grave, sino también una serie de retos políticos desalentadores.

Activistas y diplomáticos han mostrado preocupación porque la ausencia de Estados Unidos —que a veces ha jugado un papel clave en convencer a China para restringir las emisiones de carbono y de garantizar el financiamiento para países pobres— pueda indicar un retroceso más global en política climática.

“La postura de Trump afecta a todo el equilibrio global. Empuja a los gobiernos aún más hacia la negación y la desregulación”, dijo Nadino Kalapucha, portavoz del grupo indígena kichwa amazónico en Ecuador. “Eso nos afecta a nosotros, a Ecuador, Perú, Argentina, donde la protección ambiental ya está bajo presión”.

El presidente de Argentina, Javier Milei, aliado ideológico de Trump, calificó el cambio climático causado por el hombre como un “engaño socialista”, amenazó con abandonar el Acuerdo de París y retiró a los negociadores argentinos del cumbre del año pasado en Azerbaiyán dentro de lo que describió como una revaluación de la política climática.

En contraste, el presidente colombiano Gustavo Petro, abierto crítico de Trump, reclamó este jueves en la red social X la ausencia de Estados Unidos en la cumbre asegurando que su actitud “no solo es displicente, sino que va literalmente contra la vida de toda la humanidad”. Petro insistió en que América Latina y el Caribe se deben unir para producir energías limpias como un paso para “detener el colapso climático”.

Lula, quien se ha presentado como un defensor de la diplomacia climática y ha sido ampliamente elogiado por reducir la deforestación en la Amazonía, espera aprovechar la conferencia para impulsar la acción sobre objetivos climáticos clave, en contraste con las cumbres de los últimos dos años, que reunieron a legiones de ejecutivos de petróleo, gas y carbón en Azerbaiyán y Emiratos Árabes Unidos, dos naciones productoras de petróleo.

Se espera que este jueves lance una iniciativa llamada Fondo bosques tropicales para siempre, que tiene como objetivo apoyar a más de 70 países en desarrollo que se comprometen a preservar las selvas tropicales. La web oficial de la COP describe la iniciativa como un “fondo fiduciario permanente” que generaría alrededor de cuatro dólares del sector privado por cada dólar aportado.

“Pasaremos de la negociación de las reglas a su aplicación", dijo el miércoles por la noche el ministro brasileño de Exteriores, Mauro Vieira, a reporteros. “Será el momento en que los líderes mundiales enfrenten con honestidad el desafío del cambio climático”.

Pero Brasil también es un importante productor de petróleo, y las contradicciones abundan. A pesar de sus credenciales climáticas, Lula ha provocado indignación por su decisión de otorgar a la petrolera estatal Petrobras una licencia para realizar prospecciones petrolíferas cerca de la desembocadura del río Amazonas.

“No quiero ser un líder medioambiental”, señaló Lula el martes. “Nunca he afirmado serlo”.

Belém, una ciudad de 1.3 millones de habitantes, tenía apenas 18 mil camas de hotel antes de los preparativos para albergar la conferencia, que suele atraer a decenas de miles de delegados, activistas ambientales, ejecutivos de empresas, periodistas y otros miembros de la sociedad civil.

Funcionarios extranjeros y periodistas se apresuraron a reservar habitaciones mientras los precios alcanzaban niveles surrealistas. Algunos reservaron plaza en uno de los pocos cruceros atracados en un puerto cercano para la ocasión.

Escuelas públicas, instalaciones militares e incluso la sede local de Hacienda han sido equipados con aire acondicionado y literas para convertirse en albergues improvisados. Los asistentes más aventureros o frugales pueden pagar 55 dólares por noche para dormir en hamacas en una instalación donde normalmente se atiende a gatos.

“Algunas criaturas de dos patas también merecen nuestra generosidad”, dijo Eugênia Lima, la dueña de un hotel para gatos local que dejó de aceptar huéspedes felinos para aprovechar la creciente demanda durante la COP30. “Estoy muy orgullosa de que el mundo nos esté mirando este mes”.

Los “moteles del amor” de Belém, que se alquilan por horas, también han aprovechado la oportunidad, atrayendo a funcionarios públicos y científicos climáticos a habitaciones que, en otro momento, albergaron a prostitutas o parejas en busca de privacidad. Aunque su precio habitual es de 10 dólares la hora, la mayoría de estos establecimientos cobran 200 dólares por noche a los huéspedes de la cumbre.

Las marchas multitudinarias, las sentadas y las manifestaciones son elementos esenciales de las conversaciones anuales sobre el clima de la ONU, pero las tres últimas ediciones se han celebrado en naciones autocráticas que prohíben la mayoría de las formas de protesta. Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Azerbaiyán cumplieron con la normativa de Naciones Unidas que facilitaron las protestas aprobadas previamente dentro de una zona cercada del recinto no sujeta a las leyes locales.

En Brasil, la historia es diferente. El miércoles, antes del inicio de la cumbre de líderes, los manifestantes disfrutaron de su muy añorada libertad. Activistas jóvenes, líderes indígenas y defensores del clima navegaron hacia Belém en embarcaciones equipadas con enormes pancartas de protesta.

“Acción, justicia, esperanza”, decía un cartel colgado entre las velas de un barco perteneciente al grupo ambientalista Greenpeace. “Respeten el Amazonas” rezaba otro. Docenas de personas desembarcaron en la ciudad tras varios días viajando por el río para manifestarse a lo largo de la costa.

“Poder protestar y dialogar es algo grandioso de esta COP”, dijo Laurent Durieux, investigador de la organización International Relief and Development, con sede en Estados Unidos, quien llegó en barco desde Santarém, una ciudad a mil 200 kilómetros (mil millas) al oeste de Belém.

“Brasil tiene un largo historial de lucha social y eso forma parte de este evento”, indicó.


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