• Hermosillo, Sonora, México a 2014-03-02  |  Año 29 No. 11    

Las crisis de Sonora


Nota publicada: 2014-03-02

El pasado 28 de febrero muy pocos repararon en que se cumplieron 124 años del nacimiento -en la hoy comisaría de Masiaca- de Román Yocupicio Valenzuela, el único gobernador indígena que ha tenido Sonora. Fue el menor de los 12 hijos procreados por Juan Yocupicio y Paulina Valenzuela.

Con apenas estudios de primaria y fogueo en la política y en la milicia, el también expresidente de Navojoa, tuvo la visión de crear la Universidad de Sonora y rodearse de una generación sonorense que hizo historia.

En su excelente obra sobre Román Yocupicio, el historiador Ignacio Almada Bay profundiza no solo en los dos años con ocho meses que duró el gobierno de Yocupicio (entre 1937 y 1939), sino en las tensiones, los cambios y las turbulencias que caracterizaron esa época, y el estilo de un gobierno surgido de un plebiscito en el PNR entre tres aspirantes fuertes: Yocupicio, Ignacio Otero y Leobardo Tellechea. Una transición política litigada ante el presidente Lázaro Cárdenas, vigilada en Sonora por el gobernador Jesús Gutiérrez Cázarez, y decidida en las urnas -sin duda- por los partidarios de cada uno de los contendientes.

Los de Yocupicio, fueron tiempos muy movidos en Sonora: El reparto agrario de 1938; la fundación de la CNC, la CTM, la CTS y su implantación en el estado; la segunda etapa del PNR-PRM; la fundación del PAN; las tensiones de los movimientos nacionales de Cedillo y Almazán; y la reconstrucción del estado. Tuvo una actitud conciliadora para manejar el conflicto religioso, el agrario y el sindical y para crear el comité pro fundación de la Universidad de Sonora (1938) con Domingo Olivares,Francisco Duarte Porchas,Herminio Ahumada y Gilberto Suárez Arvizu, que impulsaron la creación de la ley de enseñanza universitaria, y el decreto de expropiación de los terrenos.

José Vasconcelos dijo de Yocupicio: “Su nombre tendrá que estar ligado a esta institución que quizás transforme el medio y nos salve el futuro” (A Vasconcelos se le atribuye el lema "El saber de mis hijos, hará mi grandeza").

Yocupicio terminó el período iniciado por Ramón Ramos Almada (1935-1939)  y continuado por el General Jesús Gutiérrez Cázarez. Ramos Almada cayó por la crisis Calles-Cárdenas al inicio de su gobierno.

En medio de las crisis, como gobernante eficaz y con visión, Yocupicio concluyó su gobierno y le entregó en paz el poder al general Anselmo Macías Valenzuela. Fue ascendido a General de Brigada al mes de finalizar su período y se retiró a la vida privada. Murió en Navojoa en 1950.

Cuenta el historiador Alberto Calzadíaz Barrera, que la muerte de Madero en febrero de 1913 y la llegada de Victoriano Huerta al poder fueron celebradas por algunos miembros de la élite de la capital sonorense, y que el ayuntamiento de Hermosillo, cuyo presidente era el agricultor José Muñoz, fue el primero en reconocer a Huerta (antes de que el Congreso local hiciera lo contrario), apoyado por los regidores Manuel Padrés, gerente de la sucursal del Banco Nacional en Hermosillo; Jesús Abitia, el síndico procurador; Carlos Caturegli; y el terrateniente R. Noriega

El gobernador Maytorena era fuertemente presionado por Huerta a través de su secretario particular, el sonorense Aurelio V. Canale, que le enviaba recados a través de José María Paredes. También por Rodolfo Reyes hijo del malogrado Bernardo Reyes, y otros que empezaron a festejar prematuramente la caída de Madero repartiendo los puestos federales a los desplazados del porfirismo.

Fue la noche del 25 de febrero de 1913 cuando se celebra la junta de funcionarios, autoridades y jefes revolucionarios, a iniciativa de Maytorena, para discutir el desconocimiento de Huerta. La historia consabida del resultado de esa reunión es la licencia de Maytorena por seis meses y la asunción del interino, el diputado local Ignacio Pesqueira.

Por Ley 122 del 5 de marzo de 1913: “La legislatura del estado libre y soberano de Sonora no reconoce la personalidad de ciudadano general Victoriano Huerta como Presidente Interino de la República Mexicana”.

La crisis política originada por el no reconocimiento de Sonora, Chihuahua y Coahuila a la autoridad de Victoriano Huerta, fue decisiva para su caída.

Al final Maytorena se une a Villa, rompiendo con Calles, Obregón y Carranza y termina exiliado en California.

En 1920, mediante el Plan de Agua Prieta, los revolucionarios sonorenses desconocen la autoridad del presidente Carranza y se declaran en rebelión contra quien ya traía bajo la manga un candidato “civil” (Ignacio Bonillas) para oponerlo a la candidatura presidencial de Obregón. Carranza es combatido y asesinado en mayo de 1920, asumiendo por seis meses el interinato de la presidencia el ex gobernador Adolfo de la Huerta.

En 1929, afectados por la muerte de Obregón y distanciados del expresidente Plutarco Elías Calles, varios sonorenses liderados por el gobernador Fausto Topete encabezaron la rebelión “renovadora” o “escobarista”, que significaba la ruptura de Sonora con el gobierno central de Emilio Portes Gil.

La federación operó en lo militar para desconocer a Topete y con el Senado en lo político la desaparición de poderes. La rebelión fue sometida en muy corto tiempo. A Topete lo relevó en el Ejecutivo Francisco S. Elías, de filiación callista, que ya había sido gobernador. Topete se exilió a California y al final radicó en Baja California.

En 1949, la crisis derivó por los resultados de la elección para gobernador de Ignacio Soto. Jacinto López, el candidato del Partido Popular, estableció un gobierno paralelo en el Jardín Juárez por varias semanas. Soto tuvo enfrentamientos con el Congreso en su primer trienio y tensiones políticas con su promotor al cargo, Abelardo L. Rodríguez.

El gobernador Luis Encinas (1961-1967) inauguró su sexenio en medio de un conflicto político de altas dimensiones. El PRI cambió la decisión original de postular a Fausto Acosta Romo, sustituyéndolo repentinamente por el rector de la Universidad de Sonora y se encendieron los ánimos con paros y manifestaciones callejeras. A mediados del sexenio varios ayuntamientos se le descompusieron, renunciando los alcaldes, y al final se le juntaron los problemas de la Universidad de Sonora con los de la sucesión gubernamental de 1967, con otra crisis social y política de paros y manifestaciones. “El problema en Sonora no es el partido ni su candidato, es su gobernador”, le dijo el presidente Díaz Ordaz a la comisión de estudiantes de la FEUS que se entrevistaron con él en Mexicali, para buscarle una solución a la crisis política. Más claro ni el agua. Díaz Ordaz era el secretario de gobernación cuando se dio el repentino cambio de candidato del PRI al gobierno estatal en 1961.

La crisis de 1967 tuvo sus efectos: El candidato al gobierno estatal del PAN fue el ex secretario de educación y de gobierno con Yocupicio Gilberto Suárez Arvizu. Gana el PAN la capital Hermosillo y siete municipios más, incluyendo una candidatura independiente en Bacadéhuachi.

Los tiempos de la sucesión presidencial de 1975 fueron aprovechados por el gobierno federal para cobrarle al gobernador Carlos Armando Biébrich facturas políticas. La crisis dividió y fomentó el encono y turbulencias políticas.

En 1976 se da un enfrentamiento más con la federación por las irregularidades registradas en el reparto agrario de los Valles del Yaqui y Mayo. De nuevo Sonora entró en crisis y uno de sus principales efectos fue la derrota total del PRI en Cajeme. Por conflictos en la selección de sus candidatos el PRI perdió también  Empalme, Agua Prieta y Huépac.

La tradición cívico liberal de la que habla Ignacio Almada maduró en Sonora en casi tres generaciones, con el antecedente del Maderismo (1910-1913), Maytorenismo (1913-1920), Vasconcelismo (1928-1929), Anticallismo (1932-1935), Almazanismo (1939-1940) y Panismo (1938-40). Y sostiene: “La corriente cívico-liberal forma parte de la cultura política en la que operan los competidores por el poder en Sonora”.

Movimientos políticos posteriores fueron atemperados por la apertura del sistema político, el progreso material, la modernización local y las reformas jurídicas y políticas que derivaron de lo nacional a lo local a partir de 1977.

Las crisis posteriores ampliaron la pluralidad y la representación desde lo municipal desde 1967 hasta llegar a la alternancia en el Ejecutivo.

La nueva clase gobernante lo primero que intentó fue desconocer la historia de Sonora, achacándole al pasado la raíz de todos sus problemas. Reciclaron en la entidad la fallida tesis de los 70 años perdidos.

En la actualidad, la tradición cívico liberal de Sonora dio paso a un pragmatismo político carente de ideas y proyectos; con una ideología descolorida y al mejor postor. Los fines de la política se sustituyeron por una rara mezcolanza de negocio privado disfrazado de servicio, corrupción y rapiña; cuestiones últimas que han avergonzado a los pioneros -propios y extraños- de la lucha política y social en los partidos políticos. También por el reciclaje de fuerzas, que en cada sexenio juegan a la política como si de apuesta en casinos se tratara. Nada que ver con la tradición política sonorense que por décadas defendió la entidad, promovió el progreso y consolidó la presencia nacional de un estado que en sus crisis siempre exhibió talento, visión de Estado y cariño por la tierra, y que -por algo será- ha aportado cinco presidentes de la República.

Las crisis de 1913, 1920, 1929, 1935, 1949, 1967, 1975 y 1976 siempre tuvieron a la mano el valor, el coraje y el arrojo de hombres y mujeres valerosos y visionarios,con ellos Sonora salió de su marasmo y sus estancamientos con sabiduría y firmeza. Más allá de la alternancia y las ambiciones de poder, seguramente la entidad encontrará rumbo y rectificará. Más allá de triunfalismos anticipados y de números alegres, el rico bagaje histórico heredado por quienes en su momento sentaron las bases y supieron darle rumbo a la grandeza de Sonora terminará por imponerse. Al tiempo.

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