Nota publicada: 2011-07-03
Roberto Rosas Ibarra fue un atípico presidente municipal de Huatabampo. No cobró sueldo durante los tres años que despachó en el palacio de 1982 a 1985. ¿Por qué? “Víctor Vega -el secretario del Ayuntamiento- tenía instrucciones precisas de ayudar a cuanto necesitado se presentara a demandar ayuda para medicinas, pasajes, comida, consultas médicas, pago a funerarias y todo lo que el pueblo pobre pide... hasta que se agotaran los 9 mil pesos mensuales que se asignaron en la nómina como sueldo del presidente, y a veces hasta más con dinero del propio bolsillo”,y no era pose.
Roberto Rosas como autoridad municipal era de esa rara especie como lo fueron don Ángel López Gutiérrez en Cajeme o el Mocho Martínez en Guaymas, que personalmente y muy temprano recorrían las calles para detectar basura o reclamos no atendidos por Servicios Públicos; ellos mismos resolvían los problemas sin avisarle a nadie. Fueron dinámicos, tenían iniciativa, no sabían de protocolos y sentían auténtico calor en el trato con la gente. De igual forma trataban a quienes detentaban algún poder y a quienes como personajes típicos del pueblo los buscaban.
Roberto, al igual que don Ángel, tampoco cerraba la puerta de acceso a la presidencia municipal cuando despachaba en la oficina, por más confidencial que el asunto a tratarse fuera. “Para que la gente viera que no era pretexto el decirles que esperaran un poco”,afirma.
Cualquiera podía abordarlo, nunca tuvo secretario particular, le cargaba ese trabajo al secretario del Ayuntamiento que despachaba en una oficina contigua en el viejo palacio municipal. Le sirvió mucho su experiencia como presidente de la Junta de Progreso y Bienestar.
Los viajes a Hermosillo los hacía manejando él solo. Entró al gobierno municipal con un vetusto Valiant, y el día que entregó la administración, salió en el mismo carro-con más kilometraje-y sin mayores pretensiones.
“Ningún Rosas (parientes) en la nómina para tener la voz completa”, “lo primero es ser honestos,lo demás viene solo” era parte de su conducta en el manejo de los asuntos públicos.
Su administración estuvo castigada por penurias económicas y crisis de grandes dimensiones. Antes de entrar al gobierno municipal, México experimentó dos devaluaciones en 1982. Entre febrero y agosto el peso se devaluó 400%, con un impacto devastador en el costo de los insumos y en las nóminas. En diciembre de 1984 le tocó a Rosas enfrentar -con decisión y carácter- una de las peores inundaciones en Huatabampo -la peor decían, desde enero de 1949-.Actuó con mucha sensibilidad, astucia y conocimiento, coordinando todo con el gobernador Samuel Ocaña; que incluso se fue a vivir a Huatabampo por una semana. Llovió mucho en invierno, se llenó la presa Ruiz Cortines y hubo la necesidad de tirarle mil millones de metros cúbicos. ¡Inolvidable para muchos! A las pocas semanas el orden ya se había restablecido y los daños fueron resueltos porque se actuó a tiempo, con recursos y mucha coordinación entre los gobiernos.
Al final de su administración -que dejó sin deudas- a Roberto Rosas se le abrió la posibilidad de un escaño en el Congreso local y rechazó la oferta. “Lo que quería era una oportunidad para servirle a Huatabampo desde la presidencia municipal y ya lo hice” “Ahora me reclaman mis negocios y mi familia, porque no soy gente de abundantes recursos” le dijo a los representantes del partido. Se retiró a la agricultura y a servirle a Huatabampo desde la sociedad civil, donde participó en varias encomiendas, entre ellas la consolidación del asilo de ancianos y la iglesia de la Colonia 14.
Confiesa que no conocía a Víctor Vega ni a Mario Quiroz Alcalá antes de nombrarlos secretario del Ayuntamiento y tesorero municipal. “Confié en ellos y terminamos como buenos amigos. “Los dos han muerto ya”, se lamenta. Su obra, su estilo, sus aportaciones para Huatabampo se recuerdan bien.
A la usanza de principios del siglo XX, la familia de don Óscar Rosas Talamante y Natalia Ibarra Amarillas, con orígenes en la Aduana Álamos y -el apellido- en la región serrana, procrearon 10 hijos entre 1917 que nació Óscar “Don Cayo”, el mayor, y 1941 que nació Jorge, el menor. Entre Óscar y Jorge nacieron Rodolfo, Francisco, María Esthela, Nora, Violeta,Roberto, Celia y Delia. Rodolfo, el segundo-para muchos el mejor agricultor de la región del mayo por años- fue regidor en la administración de Próspero Ibarra Cevallos y alcalde interino los últimos seis meses cuando el alcalde contendió por la diputación local del Distrito IX en aquel tiempo.
Francisco “Pancho Rosas”, fue primero agente fiscal y después presidente municipal para el período 1970-1973.
Como todos los niños de la época, Roberto y sus hermanos hicieron la educación primaria en la única escuela que operaba en esos tiempos, la que estaba situada en los terrenos de la hoy escuela Micaela de Bórquez, que antaño llevó el nombre del Gral. Fausto Topete. A finales de los treinta del siglo pasado, las alternativas de educación para los jóvenes del mayo no eran muchas. Había educación superior hasta Guadalajara o la Ciudad de México, y solo Normal con preparatoria en Hermosillo. En febrero de 1937 se celebra el contrato entre el Estado el Ayuntamiento de Huatabampo y el Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras Públicas por 95 mil pesos “para la construcción de las obras de abastecimiento de agua potable de dicha población”. Era presidente municipal Antonio Encinas Corral.
Ese mismo año aparece la ley que segrega la Comisaría de Masiaca del municipio de Álamos para declararla parte integrante de Navojoa. En 1935 se declaran de utilidad pública los terrenos de La Vazconia en Etchojoa. Roberto Rosas terminó la primaria y le siguió con dos años de comercio en las recordadas escuelas de Carmelita Otero. En 1939 es declarado gobernador constitucional de Sonora el General Anselmo Macías Valenzuela nativo de Agiabampo y se inicia la construcción de la carretera de concreto de Huatabampo a Navojoa.
Rosas ha formado parte de una generación que por sus propias circunstancias se forjó sí misma. Mientras su padre sembraba garbanzo y tomate todavía sin el riego de la presa, ellos debían estudiar por las mañanas y buscar trabajo por las tardes, los fines de semana y en las vacaciones escolares. 12 de familia eran muchos, las necesidades también.
En 1940 cuando Roberto frisaba los 10 años, se aprueba el contrato entre el ayuntamiento de Huatabampo y la empresa Servicios Públicos de los Estados Mexicanos, S.A., para introducir el servicio de alumbrado público en el pueblo. Era presidente municipal Rodolfo Castro Valdez.
También en 1941 y con la misma empresa se firmó contrato para aprovechar las aguas del pozo conocido como “el Bacerán” una recreación para la gente.
En ese desarrollo incipiente y en esas circunstancias se forjó Roberto, quien recuerda con nostalgia su primer salario en la Criba de Nacho Ruiz Rábago de dos pesos diarios durante seis días a la semana, “para comprar ropa, y salir a la refresquería de la plaza Juárez los domingos”.
Fungió después como cobrador del Banco Agrícola Sonorense y se metió de lleno en la compra de algodón, el cultivo de moda antes de la Segunda Guerra Mundial. Inició ahí una amistad inquebrantable con su socio de origen: Enrique Love Mendívil. Entre las labores de cobrador, ayudante de banco y compra de algodón transcurrió su juventud.
No eran muchos los vehículos automotores que por esos años circulaban en Huatabampo, a lo máximo 40. Roberto le compró su primera “troca” en 1954 a Rafael “torbellino” Toledo, lo que le facilitó mucho las cosas para ampliar sus horizontes en materia de negocios.
Empezó a sembrar en tierra comprada -13 has.- por el rumbo de Cebampo al ex agente fiscal Eduardo Vizcarra, y empezó a combinar el trabajo en el banco con la agricultura, en una carrera que lo llevó a trabajar la tierra durante 50 años y que lo llevó a conocer todo tipo de vicisitudes en la labor agrícola: plagas, sequía, heladas, malos precios, coyotaje, etc.
Nunca se mareó con los ingresos obtenidos de la agricultura, Su manera de vivir la austeridad proviene según sus propias palabras de la forma en cómo se forjó y de la manera cómo entendió la vida en sus inicios con sus 9 hermanos y con la necesidad de superar sus propias condiciones de vida.
Entendió que “farolear” y el llevar trenes de vida presuntuosos y sin sustento no lleva a nada bueno. Según él, “supo cuidar y valorar cada paso que daba y cada peso que ganaba”.
A principios de los cincuenta conoció a Elva Planagumá Gastélum, servidora pública en oficinas del gobierno estatal y maestra de preescolar. Se casó con ella en 1955 y vivieron primero en una casa propiedad de Manuel Almada por la calle Madero, hasta que con un préstamo bancario construyó la modesta casa -la misma de 50 años- donde actualmente vive por la Matamoros entre Juárez y Zaragoza.
Combinó el trabajo en la agricultura con la participación social a través del Club de Leones,-le tocó apoyar la compra de la llamada cueva de los leones- en tiempos en que los clubes de servicio realmente se vinculaban con las necesidades de la gente y actuaban en consecuencia.
En 1955 cuando Roberto tenía 25 años, se publica el decreto que autoriza al ayuntamiento encomendar a la junta de mejoramiento moral, cívico y material del propio municipio “la administración del nuevo mercado municipal y de sus productos”. Era presidente municipal Alfredo Santini Escalante. En 1957 la entonces comisaría de Etchojoa “colonia irrigación cambia su nombre por “Villa Juárez”.
En febrero de 1964 se publica la Ley que Instituye el Fundo Legal de Huatabampo y en mayo de 1967 los de Yavaros y Agiabampo.
En junio de 1969 se publican los decretos que declaran de utilidad pública las obras de pavimentación y guarniciones de la ciudad de Huatabampo. En noviembre de 1968 el ayuntamiento le dona 750 metros cuadrados a la SCT para construir oficinas de correos y telégrafos.
Roberto cumplió 81 años el pasado 27 de mayo. Sigue dándole vuelta a sus campos y frecuentando con asiduidad a sus amigos, sobre todo en el café de los domingos. Cuatro de sus grandes amigos ya se le fueron: Pepe Cota, Enrique Love, Narcizo Osegueda e Ignacio Ruiz Serrano.
Don Roberto vive en su casa austera, digna y sin lujos. Tanto en el vestir como en sus comidas, pasatiempos y en sus actividades privadas domina la sencillez. Así ha sido toda su vida. Afirma que nunca tuvo una particular obsesión por la acumulación de dinero o bienes, pero sí para lograr lo necesario para educar y alimentar bien a sus hijos Roberto, José, Horacio,Mario y Carlos- a quienes dice, nunca les faltó nada.
Su buen estado de salud lo acompaña con un legendario sentido del humor y una chispa de optimismo que en las altas y bajas de la vida en él han estado siempre presentes. Como “positivo y trabajador lo califican sus cercanos”.En lo personal dice vivir “sin rencores, sin odios, sin ningún sentimiento encontrado”, de ahí su salud, su longevidad y su lucidez. Lo recuerda todo, y vive la emoción -y la tristeza por los amigos que extraña- en cada uno de sus recuerdos, de los paisajes, los sabores y colores de su tierra y las personas en cada una de sus palabras. Ha sido Roberto Rosas Ibarra un ejemplo de congruencia, de pragmatismo, y como político íntegro,con altas y bajas, con errores y aciertos como todo ser humano.
Ahí tienen las nuevas generaciones a quien valorar y presumir, sin necesidad de lecciones de autoayuda o de justificaciones sin sentido. Ahí tienen también quienes ahora se obstinan en generalizar al juzgar,descalificar y denostar al pasado reciente,un ejemplo de que como todo en la vida,hay sus excepciones ;y que -por fortuna -han sido muchos más los buenos ejemplos de gente positiva y constructiva-, que los malos.