Nota publicada: 2010-06-01
Tiene una persona, me indicó de forma amable la secretaria, mientras me invitaba a tomar asiento, no sin antes preguntar si tenía cita. Cuando supo que por eso estaba allí, señaló que esperara un momentito. Supongo que avisó de mi presencia, con todo y que le comenté que me había adelantado unos minutos. No pasó mucho tiempo después de mi llegada, casi a la hora señalada, cuando la puerta se abrió y tras la persona que lo visitó apareció él.
Esa fue la cuarta o quinta vez que lo veía en persona; en las anteriores la conversación, siempre colectiva, surgió alrededor de sus aspiraciones políticas y los métodos para lograrlas, proyectos para ser diferente de sus antecesores en el mismo sitio y posicionarse para lo que sigue.
Y es que siempre que uno entrevista a una persona pública se le pregunta sobre lo que piensa o está haciendo; lo qué hará o cómo lo hará, a dónde o con quién y, sobre todo, a dónde o cuándo va. Una entrevista de las que interesan a la gente para ir formando equipo o palomeando a sus favoritos.
La cita se la pedí días antes para una entrevista. Será diferente le dije. No platicaremos de aspiraciones, pero sí de sus sueños; no averiguaré a dónde va, pero sí de dónde viene. Tampoco inquiriré cómo le va a hacer sino cómo le hizo; menos aun cuestionaré sobre grupos políticos pero eso sí, le aseguré, sobre familiares y aspectos sociales. Quiero pues, le señalé como para convencerlo que me recibiera, saber lo privado del hombre público porque soy una convencida de que lo que hacemos, pretendemos o dejamos de hacer es derivado de dónde, cómo y con quién vivimos, nos criamos y nos juntamos.
Con esa amabilidad y sencillez que distingue a los hombres y las mujeres de pueblo y que a pesar de sus correrías por el intrincado mundo de la política no ha perdido; no batallé nada para convencerlo que me contara la otra parte de su vida.
Y ahora que ya estaba saludándolo, para iniciar la charla le reiteré mi interés por conocer eso que se recuerda pero que con tantos compromisos y responsabilidades se queda anidado allí, en algún lugar de la memoria.
En una oficina sin mucho lujo y falta de personalidad -después me enteré que está tal cual la dejó su antecesor y aún no ha puesto su toque personal- nos sentamos cerca a una ventana que le ofrece perfecto dominio de lo que sucede afuera; él de espalda a la ventana, yo frente a él.
El actual hombre que dirige los destinos del panismo en Sonora, por todos es sabido, nació en Granados la primera quincena de octubre. Libra, respondió a mi pregunta sobre su signo zodiacal. Juan Bautista Valencia Durazo dijo no creer en los signos y se definió como romántico que de nacer en otra época, la edad media hubiera sido ideal. ¿Cómo manifiesta su romanticismo? “Me gusta mucho la música, los ambientes, los perfumes”, y aunque no recordó el nombre del que usa, sí recordó el ‘Armany’ que le regala a su esposa.
Dice ser un hombre felizmente casado y fiel. “Tuve muchas novias, pero a ninguna le pedí que se casara conmigo”, fueron las palabras que definieron su futuro con la hoy madre de sus hijos, el día aquel en que a la orilla del río y teniendo como marco una reunión familiar, le pidió a su novia que hicieran una vida juntos. «Ese día no le entregué el anillo, recuerda emocionado, fue hasta otra ocasión cuando un primo que era vicario en Obregón nos organizó una cena con velas y ahí le entregue el anillo y de esa forma formalizaron el compromiso». Años después cuenta esta escena con encanto y seguro de que aquel paso fue de las mejores cosas que ha hecho y pasado en su vida.
«A la vida no tengo nada que reclamarle, me ha dado más de lo que esperaba; siempre mi vida ha ido hacia adelante, estoy satisfecho con lo que tengo y con lo que he construido, siempre con base en el respeto y la confianza de una familia como la que tengo».
Juan Valencia es un hombre educado en y bajo el precepto de los valores y, a decir de él, el respeto es el valor que más profesa, lo representa con atención, con compromiso y esto va más allá, pues de no haber sido político, dice que le hubiera gustado ser académico, «maestro, porque siempre me ha gustado compartir, desde mi juventud; mi desarrollo como empresario siempre fue crear trabajo, pagar mejor a la gente, atender a las familias; compartir me da mucha satisfacción”.
En ese compartir, los amigos tienen un lugar muy importante y son los mismos quienes desde chiquitos se pinteaban de la escuela para, en punto de medio día, guardar los zapatos en la mochila y como chureas correr descalzos al río, deteniéndose de vez en vez en las sombritas ralas de los árboles para aliviar el ardor que la tierra caliente, al contacto con la planta de los pies, produce a esa hora del día. Correr y jugar a sacar monedas del fondo del río, mismas que como un reto ellos mismos lanzaban al fondo para sumergirse por ellas, esa era toda su razón de ser a esa edad que con orgullo recuerda.
Época en que tenía únicamente dos pares de zapatos, unas tehuas para diario y los de escuela, zapatos de vestir y saludar. Supongo que actualmente varios pares de botas vaqueras, entre otros, son parte de su guardarropa.
A Granados, su pueblo natal, es el lugar a donde el ex diputado local por ese distrito confiesa le gustaría regresar cuando ya él y su esposa se hayan quedado solos; terruño que no ha dejado de visitar pese a su absorbente actividad. “Voy al pueblo cada vez que puedo, voy por mis amigos, con gente que trabaja allá. Me voy al rancho a ensillar, a capear, a ver ganado, el terreno, los aguajes, los represos, el zacate, el campo; voy a ver si hay brotes de la zámota de la chicuria, si hay ejote de la vinorama; a ver si el mezquite y el chino tiene péchita, a buscar chúcata en junio». Afirma que le gusta la chúcata y, como es lo más normal entre quienes somos de pueblo, a veces nos mandaron y otras veces mandamos a comerla; una forma muy sonorense de mandar a alguien a la fregada.
El gusto por el rancho y la vida tranquila lo heredó una de sus tres hijas, porque aunque a las tres les gusta visitar el lugar, una de ellas es quien promueve las visitas.
Platicar con Juan Bautista Valencia, el hombre sencillo y hasta cierto punto parco en sus respuestas, es enterarnos de detalles tan íntimos como que duerme del lado izquierdo de la cama, que si tendría que darle un color a su alma, le daría el azul; y a quien octubre ha marcado con acontecimientos importantes de la vida. “En octubre nací, fue el mes que escogí para casarme y es el mes en que nacieron mis 3 hijas”; por eso, agrega, es un mes con un alto significado personal y de poder escoger mes para morir, igual le gustaría fuera en octubre.
Sentado de espalda a la ventana, frente a una mesa circular con arreglo minimalista, el político habló por espacio de una hora de Juan el ranchero, el hombre, el padre, el jefe de familia; de sus debilidades y defectos y de su gusto por la lectura. Carlos Fuentes es su autor preferido, ‘Aura’ la obra que más recuerda.
También vertió su opinión de la prohibición que hiciera su compañero de partido Carlos Abascal Carranza, luego de que una profesora de secundaria encargó la lectura de ‘Aura’ a sus alumnas, entre ellas una hija del entonces Secretario del Trabajo, y que al angustiado padre le pareció que la novela no era adecuada para jóvenes de secundaria, por lo que, "como cualquier padre de familia" según dijo en su momento Abscal, manifestó su desacuerdo con ello. “No estuve de acuerdo con él, me pareció que no había razón fundamentada y creo que se fue al extremo”, expresó Valencia y al preguntarle qué opinaba él de la trama de la novela, de las escenas eróticas del casi niño con la mujer adulta, objeto de la prohibición de la lectura.
“Yo creo en el amor para la familia, estoy convencido de eso, respeto a las personas, que cada quien haga su vida, pero a mi forma de ver las cosas, creo que la familia es el núcleo principal de la sociedad”.
A la pregunta sobre la adopción por parejas gay, sin titubeos opinó: “Ahí nos vamos fuera de lo que son las bases de la creación de la familia; no estoy de acuerdo con la adopción pero es una situación personal, habrá que valorarse si la sociedad está de acuerdo con eso y si las leyes lo permiten. No dudo que pueda haber parejas (del mismo sexo) que adopten y críen bien a sus hijos, pero no es el proyecto natural de la vida, que es reproducirse bajo una familia con un proyecto establecido, y ésto (la adopción entre parejas gay) nos saca un poco del contexto, porque los hijos deben ser criados por la familia, con los valores de familia; reproducirse de acuerdo a una moral, a una ética, sin libertinajes».
Padre de familia de tres hijas mujeres, dice haber sido un poco celoso de novios y amigos, pero con el paso del tiempo entendió que es la marcha natural de la vida y que cada quien tiene que vivirla; ahora asegura ser un suegro contento al ver contentas a las hijas. El proyecto de vida para cuando se quede sólo con su esposa es volver a los orígenes, en su pueblo o cerca de él, abrir fuentes de empleo y vivir la vida tranquilamente.
Hombre práctico y sin complejos, gusta de cocinar cosas sencillas, le gustan los huevos rancheros, las chivichangas de frijoles, pero lo que más le gusta y sabe hacer mejor es la machaca, por eso asegura que en su proyecto mediato está preparando la machaca para el 2010. “Mientras esto llega -me dijo- tú sabes, debe haber carnita, estar bien preparada”.
Y así, Juan Valencia, el de Granados, diariamente sale a echar toda la carne al asador.