Nota publicada: 2025-02-04
En las entrevistas de trabajo, decir “soy perfeccionista” suele parecer una respuesta ingeniosa para disfrazar una debilidad. Sin embargo, el perfeccionismo no es una virtud, sino un hábito negativo que puede dañar el bienestar personal y profesional, especialmente en las mujeres, quienes, por condicionamiento social, son más propensas a caer en esta trampa.
Un estudio de Harvard Business Review revela que el perfeccionismo ha crecido entre las nuevas generaciones, alimentando emociones como frustración, ansiedad y estrés. Además, paraliza la toma de decisiones, afecta la autoconfianza y frena la innovación. El deseo de hacer todo perfecto consume tiempo y energía, limitando el desarrollo personal y profesional.
La clave: Ser una mujer optimalista
Tal Ben-Shahar, experta en psicología positiva, propone reemplazar el perfeccionismo por el optimalismo. Esta actitud promueve el éxito sin perder contacto con la realidad. La mujer optimalista entiende que los errores son oportunidades para aprender y adaptarse. Mantiene una mentalidad flexible, se enfoca en soluciones y enfrenta los desafíos con inteligencia emocional y resiliencia.
¿Cómo abandonar el perfeccionismo?
Adoptar el optimalismo requiere esfuerzo, pero es posible con acciones constantes:
Acéptate a ti misma. La verdadera transformación empieza cuando te aceptas con tus virtudes y defectos.
Filtra tus pensamientos. Observa y transforma el diálogo interno negativo en afirmaciones positivas.
Cuestiona tus creencias limitantes. Pregunta: ¿Qué costo tiene buscar la perfección? ¿Qué pasaría si me permito ser humana y cometer errores?
Aprende de los errores. Analiza los factores que los provocaron, busca soluciones y sigue adelante sin culparte.
Actúa sin esperar el momento perfecto. El progreso se construye con pequeños pasos y ajustes constantes.
Busca apoyo profesional. Si el perfeccionismo afecta tu salud, reconoce el momento de pedir ayuda para recuperar tu bienestar.
Convertirte en una mujer optimalista no significa renunciar a tus metas, sino alcanzarlas desde una perspectiva realista y positiva. Recuerda: las mujeres más exitosas del mundo aprendieron de sus errores y crecieron gracias a su capacidad para adaptarse, no por ser perfectas.