Nota publicada: 2025-01-31
Nueva York y Washington., Apenas arrancó el torbellino del nuevo gobierno –incluyendo actos de venganza, purgas, amenazas, mentiras, reformas derechistas y, pues, a propósito caos– y ya hay una iniciativa para enmendar la ley con el fin de permitir que esto continúe aún más, con un tercer periodo de Donald Trump en la Casa Blanca.
Más allá de las grandes iniciativas sobre migración, política exterior e indultos masivos a aliados y fanáticos del mandatario, la primera semana de Trump también ha incluido una incesante procesión de órdenes, declaraciones, directivas que a propósito han abrumado el circuito político, mediático y de percepción pública, dejando atónitos a adversarios, y felices a simpatizantes. Ha emitido más órdenes ejecutivas –38– en sus primeros nueve días que cualquier otro mandatario en la historia moderna del país, reportó Axios.
Varias de las iniciativas han provocado alarma y caos mientras todos intentan evaluar qué es real, qué es berrinche, qué prosperará, cuál es el propósito y los impactos en casi todos los rubros de la vida pública y privada.
La gama de iniciativas, proclamas y órdenes secundarias es amplísimo y a veces –sin esa intención– tragicómicos, y algunos parecen buscar nutrir lo absurdo. Todo, a nombre de rescatar a Estados Unidos y hacerlo grandioso otra vez.
Por ejemplo, en actos de venganza el equipo de protección personal del ex jefe del Estado Mayor, general Mark Milley fue retirado y anulada su autorización para conocer información secreta –algo sin precedente contra quien fue el militar de mayor rango de la superpotencia durante su primera presidencia, y todo porque se atrevió a criticar al comandante en jefe a fines de su primer periodo, incluso calificándolo de fascista–. Hasta su retrato oficial entre quienes han ocupado ese puesto en el Pentágono fue bajado y se anunció una evaluación para posiblemente degradarlo.
No es el único: Trump también ordenó anular la protección de seguridad personal de su ex secretario de Estado Mike Pompeo –según dicen, pesan sobre él amenazas de los iraníes, entre otros–, quien se atrevió a criticar a su ex jefe y afirmar que no es apto para ser comandante en jefe; también a su ex zar durante la pandemia, el experto en salud pública Antony Fauci, quien también criticó a su ex jefe. Ambos han recibido avisos de muerte de parte de fanáticos trumpistas, después de que los funcionarios fueran denunciados por el magnate. Ahora el político que detonó los ataques, hasta ahora verbales, contra estos dos les retira la protección.
Recientemente, el republicano exigió una disculpa de la obispa Mariann Budde, quien presidió el servicio religioso tradicional al inicio de presidencias en la Catedral Nacional, por atreverse a solicitar misericordia con los gays y los migrantes del país, y hasta la calificó de ser una izquierdista radical. Ella se niega a responder a tal petición y, como ha sido la costumbre, ha recibido una serie de insultos y amenazas de trumpistas.
Más allá de esta serie de ataques personales contra quienes considera traidores, Trump y su gente están impulsando todo tipo de iniciativas para rehacer al gobierno, ampliar el poder del Ejecutivo y cumplir con promesas de campaña.
Por ejemplo, en educación, Trump ordenó poner fin al adoctrinamiento radical y sustituirlo con la educación patriótica para alumnos desde kínder hasta la preparatoria.
A la vez, está promoviendo iniciativas para avanzar hacia la privatización de la educación pública y, en otro nivel, ha lanzado una investigación sobre universitarios que participaron en protestas contra Israel por la guerra en Gaza al calificarlos de antisemitas, con la posibilidad de deportarlos si son extranjeros.
Desarticular el Estado profundo
En reformar el gobierno federal, Trump ofreció a todo burócrata de los 2 millones que trabajan para el gobierno federal un paquete de liquidación de ocho meses de salario si renuncian. Mientras tanto, ha ordenado que el equipo de funcionarios de carrera en el Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca fueran notificados que suspendieran sus labores mientras son evaluados para asegurar que serán leales al presidente (no al gobierno ni a la Constitución), como parte de la promesa de Trump de desarticular el Estado profundo, que, dice, controla a Washington. También ha pedido que el gobierno sea depurado de aquellos burócratas contratados para cumplir con requisitos de diversidad racial y preferencia sexual, y este jueves señaló a estos programas de diversidad de los presidentes demócratas anteriores, como la posible causa del accidente aéreo en Washington entre un avión de pasajeros y un helicóptero militar.
En torno al cambio climático, además de encomendar el retiro de Estados Unidos del Acuerdo Climático de París, y de sostener que los molinos de energía de viento han causado muertes de ballenas, repite su consigna de “perfora, baby, perfora” para ampliar la producción de hidrocarburos. Todo, mientras Nueva Orleans está cubierto de nieve y Los Ángeles se está quemando.
Algunos analistas señalan que en parte toda esta ofensiva es una maniobra para ampliar, de manera inusitada, el Poder Ejecutivo. Otros señalan que él y su equipo saben que muchas iniciativas violan normas y hasta leyes y que varias ya enfrentan demandas legales y serán anuladas por los tribunales, pero algunas, sobre todo si las disputas legales escalan hasta una Suprema Corte donde goza de una mayoría conservadora, Trump podría dañar de manera permanente la separación de poderes.
Algunos recuerdan, y advierten, que él republicano dijo: Seré un dictador el primer día de la presidencia de su segundo mandato.
El senador Bernie Sanders decla- ró que si Trump desea cambiar las leyes, tiene el derecho de solicitarle eso al Congreso, pero él no tiene la facultad de violar la Constitución de Estados Unidos. No es un rey.
Todo esto, además de lo ya ampliamente reportado sobre sus medidas antimigrantes, incluyendo intentos para anular derechos constitucionales, amenazas contra China, Colombia, Panamá, México y Canadá, y hasta Dinamarca, y el otorgamiento de indultos masivos para golpistas ultraderechistas, abruma.
Para algunos, ése es el objetivo: crear un caos con lógica.
“El volumen abrumador es el punto –demasiados escándalos simultáneos y el sistema se satura hasta descomponerse. No se puede enfocar. No puede responder. Las distracciones son simplemente demasiado distraídas”, comenta Susan Glasser en The New Yorker. Le encanta ahogarnos en indignación.