Nota publicada: 2025-01-08
El legado de Samuel Ocaña
Bulmaro Pacheco.
Samuel Ocaña no estaba convencido de la modernidad política que ofrecía el nuevo gobierno de la 4T por la manifiesta cerrazón desde que llegaron al poder: Cero diálogos con los adversarios, la ideología por encima de la realidad y la falta de racionalidad de los proyectos de gobierno.
Eso era lo que le chocaba, porque los nuevos gobernantes habían llegado al poder criticando a los del pasado inmediato —que siempre ofrecieron diálogo y reformas— y ahora reculaban e intentan regresar a etapas antidemocráticas y con tendencias al autoritarismo.
La autoproclamada 4T lo quiso seducir mediante alabanzas del propio expresidente López Obrador que —sin conocer la historia de Sonora — lo utilizó en algunas ocasiones como buen ejemplo nada más para justificar sus ataques al resto de los ex gobernadores sonorenses, del “neoliberalismo” (sic).
Ocaña no se fue con la finta del halago presidencial, como tampoco se fue con aquella iniciativa municipal que buscaba ponerle su nombre al Bulevar Solidaridad. Él seguía actuando libremente en reuniones con sus amigos, jugando ajedrez y asistiendo a las convocatorias de su partido en las periódicas reuniones de ex presidentes del Comité Estatal del PRI, donde eran infaltables y esperadas sus opiniones sobre la política actual.
Siempre informado, atento a los acontecimientos nacionales y locales, era común verlo en las librerías de Hermosillo buscando novedades para agregarlas al debate.
Quienes aluden a Samuel Ocaña como presidente municipal de Navojoa de 1973 a 1976, no dejan de sorprenderse con lo que recuerdan de sus acciones. Una de las más notables: cuando lo veían atender a la ciudadanía común que solicitaba audiencia, para que les ayudara a pagar consulta médica y medicinas. Él mismo les daba consulta y les recetaba con su maletín médico bien equipado que tenía al lado del escritorio, y después enviar a las personas con un ayudante para que le comprara los medicamentos en la farmacia Cruz Roja cercana al palacio municipal. Era su estilo de atender y servir. Genio y figura.
También lo recuerdan cuando se levantaba muy temprano para recorrer las calles de la cabecera municipal manejado él un volkswagen para ver si había problemas pendientes que atender en el casco urbano, antes de ir a tomar café con Don Rafael Almada y los amigos cercanos.
Ocaña había experimentado en carne propia la adversidad política al jugársela en dos ocasiones —1961 y 1967— con el ex subprocurador de la República Fausto Acosta Romo por la candidatura del PRI al gobierno estatal. La primera la ganó Luis Encinas Johnson, la segunda Faustino Félix Serna.
En 1961, Acosta Romo ya había sido postulado por la CNC y la CNOP, y faltaba solo el pronunciamiento de la CTM. Pero sonorenses de poder se movieron con el presidente Adolfo López Mateos para cambiar la decisión y promover al rector de la Universidad Luis Encinas Johnson, quien al final resultó ser el candidato del PRI y gobernador para el período 1961-1967.
Estando en Navojoa para un evento de postulación, Acosta fue llamado de urgencia a México para comunicarle que no sería el candidato; “que el partido había rectificado y bla, bla, bla”.
“El último comité pro-Acosta Romo en cerrarse en el estado fue el de Navojoa” sostenido por Ocaña, decía alguno de sus allegados.
Ya como gobernador, quienes lo observaron de cerca aseguran que llegaba a las 6 a.m. al Palacio de Gobierno, y quienes le solicitaban audiencia se sentían gratamente sorprendidos al ver que personalmente él los atendía y ahí mismo canalizaba las peticiones a colaboradores citados ex profeso para la atención respectiva. Al gobernador lo seguía uno de sus ayudantes con una tabla y un Block de notas para darle seguimiento a los asuntos planteados para que quien demandaba atención recibiera la respuesta —y el seguimiento—correspondiente.
El gobernador Alejandro Carrillo Marcor lo mandó llamar una primera vez en 1976, para ofrecerle la dirigencia estatal del sector popular del PRI (CNOP), y declinó la oferta, dijo, porque sentía que podía hacer todavía más por Navojoa; le faltaban ocho meses para terminar su período. El gobernador lo volvió a llamar para ofrecerle la Subsecretaría de Gobierno, para que le ayudara al secretario Raúl Encinas Alcántar a resolver una multitud de asuntos políticos que se le habían acumulado al gobernador y a su secretario de Gobierno; problemas derivados principalmente de la transición —reparto agrario, procesos electorales, reacomodos políticos— y las tensiones generadas por la renuncia del exgobernador Biébrich.
Aceptó, y como subsecretario mostró fibra política y tejió muy buenas relaciones con la clase política estatal y sectores importantes de la economía y la sociedad sonorense. Ascendió después a secretario de Gobierno por poco tiempo.
En marzo de 1978 relevó a Jesús Enriquez Burgos en la dirigencia estatal del PRI, partido del que nunca abdicó y por el que canalizó sus inquietudes políticas: Gobernador y tres veces presidente municipal.
Como funcionario del gobierno estatal, conoció y atendió de cerca problemas agrarios, pesqueros, municipales, estudiantiles y colaboró ampliamente para consolidar al gobierno del sustituto Alejandro Carrillo, quien terminó su gobierno en 1979 en un clima de estabilidad y con las tensiones políticas canalizadas a través de la elección intermedia, cuando el PRI perdió Cajeme, Empalme, Agua Prieta y Huépac y, Ocaña, ya gobernador electo, respetó los resultados.
En su gobierno de 1979 a 1985 no hubo escándalos ni enriquecimientos inexplicables. En torno al nepotismo en los cargos públicos fue siempre tajante. “Para tener la voz completa hay que ser congruentes en el servicio público”, decía, y criticaba acremente ese fenómeno de creer que los “familiares” son los indicados para gobernar, una práctica cada vez mas socorrida y que con el tiempo ha logrado degradar a la política y la administración pública.
Tiempos de remembranzas y de homenajes. Muy merecidos para un exgobernador que supo darle congruencia a su formación política y sus creencias morales. Que no salió del gobierno estatal entre escándalos y señalamientos, y que supo llevar su vida como exgobernador en paz y trabajando. De ahí quizá su longevidad.
El exgobernador Abelardo L. Rodríguez cuyo período lo finalizó Horacio Sobarzo en 1949, murió en 1967, 19 años después de la conclusión de su período; Álvaro Obregón Tapia terminó en 1961 y murió en 1993, 32 años después; Luis Encinas Johnson terminó en 1967 y murió en 1992, 25 años después; Faustino Félix Serna terminó en 1973 y murió en 1986,13 años después; Alejandro Carrillo Marcor terminó en 1979 y murió en 1998, 19 años después; Rodolfo Félix Valdés terminó en 1991 y murió en 2012, 21 años después; Carlos Armando BIébrich murió de Covid en enero del 2021, 46 años después de dejar el gobierno, y Samuel Ocaña hubiera cumplido 50 años de terminar su sexenio el próximo septiembre.
Muchos recuerdos, muchas anécdotas. Al igual que Samuel Ocaña, Rodolfo Elías Calles ha sido el único exgobernador de Sonora (1931-1935) que se desempeñó después como presidente municipal (Cajeme 1952-1955) y al igual que al hijo del fundador del PNR, al morir le rindieron homenaje en el Palacio de Gobierno de Hermosillo.
Con relación al fallecimiento del exgobernador Rodolfo Elías Calles, dice Manuel S. Corbalá en la biografía del Guaymense: “El 30 de junio de 1965, el catafalco para sus exequias se montó en el salón de recepciones del palacio de gobierno. Ahí estuvo tendido Rodolfo hasta las seis y media de la tarde, en que se emprende la marcha al panteón donde ya esperaban los sepultureros para el entierro de sus restos. Durante siete horas desfilaron e hicieron guardia ante su yacente cuerpo cientos de sonorenses; el gobernador Encinas, el Presidente del Congreso del Estado, el Presidente del Supremo Tribunal de justicia y el jefe de las operaciones militares, fueron quienes hicieron las primeras y mas prolongadas de las guardias y después siguieron el ejemplo, con más brevedad funcionarios representativos de los organismos políticos y sociales y gente de los diversos sectores”.
La historia de los ex gobernadores de Sonora apenas se está escribiendo.Mucho que hurgar en cada uno de ellos; su aportaciones, sus obras, sus vidas después de dejar el poder, continuidad y discontinuidad de sus carreras políticas etc.
Historias que dan para mucho hoy, y que seguramente mañana habrán de dar más, como otros aspectos de la historia local poco abordados y menos estudiados. Ya veremos.