Nota publicada: 2024-12-28
José Albino y Huatabampo: Una aproximación
Bulmaro Pacheco
Quizás nunca se enteró la jovencita Candelaria Gómez Palomares, hija del recordado Don Santiago —vecino de la profesora Sara López y su familia, en el cruce de Zaragoza e Iturbide, por allá en 1966—, que su vecino José Albino Valenzuela —integrante del grupo Los Melódicos— le compuso a ella la cumbia “La delicada”.
José Albino se enojaba por el acoso a su guapa vecina, muy delgada y de ojos azules, que pasaba a cada rato por la banqueta de su sastrería, “y [por] que las envidiosas no la soltaban de la crítica por su porte y su belleza, que destacaba en el barrio”.
Desde su silla frente a la máquina de coser la veía pasar todos los días. Registró esas expresiones de envidia para plasmarlas después en una de sus composiciones más exitosas:
“Porque anda bien prendidita, las muchachas envidiosas, la critican al pasar… ahí va la delicada… no la vayan a tocar… No sé por qué me critican… si yo no les hago nada… que culpa tengo yo, de ser así tan aseada”.
Esa composición fue uno de los mayores éxitos en los tres discos LP que bajo la marca Sonart grabaran Los Melódicos de Huatabampo en sus fructíferos años, como uno de los mejores grupos musicales de la región. José Albino le compuso a su entonces novia, Carolina Corral Reyes (con quien lleva 56 años de casado), “Lo quiso Dios”, otro de los rotundos éxitos del grupo, y todavía recordado por muchos.
Como en aquel tiempo estaban de moda las cumbias que aludían a las polleras (falda externa del vestido en Hispanoamérica, usada como parte de atuendos folklóricos), a José Albino se le ocurrió componer “La pollera tapatía”, dedicada a una señora joven de buen trato originaria de Guadalajara, que por muchos años vendió pollitos a peso cada uno en el exterior del mercado municipal.
Cerró sus composiciones con el recordado éxito “El gallo marica”. Un “hit” dedicado a un gallo rojo que todos los días —a veces con imprudencia por la hora en que se acostaba, dice— lo despertaba con su canto a las cuatro de la mañana, mientras cantaba apoyado en el cerco del amplio terreno de su casa; pero al que ¡no le gustaban las gallinas!, porque, dice, “por más que le compraba gallinas para que se ocupara”, lo seguía despertando temprano. “Ay mi gallo, ay mi gallo, que no sabe enamorar…Ay mi gallo, ay mi gallo, que nomás sabe cantar…”
José Albino Valenzuela Quintana nació en Huatabampo, en la casa ubicada en la calle Zaragoza —en aquel entonces con el número 1— que todavía habita. Eran aquellos grandes terrenos de 20 x 50 con los que se lotificó la primera etapa urbana de finales del siglo XIX.
Hijo de Albino Valenzuela, abarrotero y minero, y Emilia Quintana, trabajadora agrícola —hermana de la célebre dirigente obrera cetemista y amiga de Fidel Velásquez, Rosa Quintana, que tantas luchas salariales librara en los años cincuenta y sesenta en beneficio de las trabajadoras de los empaques agrícolas de la región—.
No fue fácil la infancia de José Albino en aquellos difíciles treintas, como tampoco la de su generación, que le tocó experimentar con crudeza los impactos de la recesión económica en los Estados Unidos y la falta de oportunidades educativas y laborales en el sur de Sonora.
Con dos hermanos más (Carolina y Emilia), complementaba sus estudios de primaria en la escuela “Andrés Quintana Roo” –derrumbada después para construir la actual Álvaro Obregón– con la venta de tamales de puerco (el tamal a 5 centavos, la canasta 3 pesos) y empanadas de calabaza (cinco centavos también). Dio “bola”, plantó tomate, vendió periódicos en una bicicleta rentada en el mercado –a cuarenta centavos la hora–. Por cada periódico que vendía (Diario del Mayo) ganaba 5 centavos. En esos oficios transcurrió su niñez, presionada por apoyar a la economía familiar.
Fue Erasmo Rojas quien en el mercado municipal le presentaría al personaje que iniciaría a José Albino en el oficio de la sastrería a sus 14 años: Alberto Beltrán García; de Mazatlán, apodado el Tin Tan. También le aprendería de origen a Eusebio Zamudio, de los pioneros del oficio en Huatabampo. Temprano aprendió también el oficio de fotógrafo.
Su éxito como sastre lo acreditó muy pronto. “En menos de un año (1945) ya sabía hacer ropa, con la tela comprada casi siempre en la Ciudad de París (de Navojoa), en Los Mochis o Culiacán, de la marca Rivetex y Filtex, para abastecer a las cuatro máquinas de coser Singer con las que equipó la sastrería, apoyado por cinco trabajadores.
Con el tiempo complementó su formación. Tuvo sus primeras experiencia musicales a los doce años en Agiabampo, donde seguido lo ponían a cantar corridos. Después, con otros dos amigos, Pedro Salcido y Santos “El Pantera” Rodríguez, no dudó en integrar en 1957 el recordado trío Cabana, que no tardó en convertirse en el favorito de las serenatas en el pueblo y de los amantes de libar en las cantinas de la época y, desde luego, en la zona de tolerancia, que en la gestión municipal del doctor Romo Ruiz sería cambiada del centro de la ciudad a las afueras –donde dejó de operar a finales de los noventa del siglo pasado–.
Ahí empezó a gestarse la voz junto con la inquietud musical de José Albino, que más tarde aportaría al conjunto Los Melódicos. Un grupo musical concebido originalmente por Francisco Mendoza Cerecer (“El Güero Fema”) y Ernesto Almada, poseedores ambos, de una cultura y un talento musical de excepción, y apoyados con un préstamo de 100 mil pesos por la legendaria Chuy Rodríguez para comprar el equipo.
Los Melódicos duraron casi 10 años en el gusto de la gente. Grabaron discos, se retiraron cuando quisieron y los miembros del grupo siguieron siendo amigos. El conjunto para todos ellos, a decir de Chuy García, era un hobby, porque todos tenían sus ocupaciones: José Albino, sastre; Alonso y Ernesto, comerciantes; Sital, peluquero; y Chuy García, trabajador de Bancomer. Temporalmente se incorporarían después Adán Valenzuela, Enrique Mago López y José Luis Gastélum Cinco.
Empezaron a ensayar en la casa de don Toño García, cerca de la escuela Fausto Topete, y poco a poco se conformó el grupo musical que en sus inicios cobraba a 150 pesos la hora. José Albino se integró en 1965. Los grabó e impulsó Jorge Ernesto Serna, entonces desde la XEGL.
José Albino combinó la música con la sastrería por más de 50 años. Fue sastre por 71 años y músico hasta la fecha. Vive con modestia en su casa de siempre. El espacio que por años ocupara la sastrería luce ocupado, tanto por una colección de fotografías y diplomas que hablan de la vida de José Albino como por una variedad de ropa de segunda que cuelga del techo y que su familia comercializa ahí.
Su habitación —de adobe— es modesta: dos camas sencillas bien arregladas; un Cristo sobre la cruz de gran tamaño en la cabecera; un gran ropero de dos lunas de cedro, repleto de trajes y ropa de cama; una vieja televisión Panasonic sobre un antiguo mueble de madera, con cuatro cajones; un buró-tocador con un gran espejo, donde todavía lucen lociones Old Spice y Yardley; una vieja caja de jabones Maja; y restos visibles de un tubo de la famosa brillantina Glostora sólida azul.
Guarda una colección de más de 500 discos LP, con su respectivo tocadiscos. Al fondo, una cocina austera y limpia, donde no falta nada. También un viejo lavadero de cemento, con pila de agua incluida.
El patio de la casa es amplio, con una vegetación surtida donde predominan las teresitas, los higos, la pingüica y las granadas. También el limón real, abundantes buganvilias, guayabos y el palo colorado. Al fondo del terreno, pequeños surcos donde ahora siembran chile, cebolla y cilantro para consumo personal.
En agosto del 2004 murió Ernesto Almada. Tenía 69 años. Empresario de toda la vida, con un talento musical envidiable.
En 2011 murió Antonio Sital, a los 70 años; fue peluquero 48 años y músico 55. Siempre alegre y vital hasta sus últimos días.
En 2015, a los 79 años murió Alonso Ruvalcaba Villalobos, un exitoso creador de los mejores chocomiles del pueblo en el mercado municipal y próspero dueño de la funeraria Santa Cruz. Murió en plenitud de facultades. Los cinco formaron parte de una generación del primer tercio del siglo pasado: José Albino (1930), Almada (1935), Alonso (1936), García (1939) y Sital (1940) y pusieron su parte en la historia de Huatabampo; algo que debe de reconocérseles.
José Albino, que cumplirá 90 años el próximo enero, se conserva sano y muy activo —dice que solo toma algún analgésico para las articulaciones—, maneja su propio vehículo, viaja mucho por el país y sigue cantando y tratando a sus amigos de diversas generaciones, como Jorge Rafta, Rodrigo y Federico Corral, entre otros. Del grupo original solo sobreviven él y Jesús García, que radica en Ciudad Obregón después de haber trabajado 35 años para Bancomer.
–¿Qué te falta a los 89, José Albino?; ¿Qué esperas?– Le pregunto. Se queda pensativo.
–“No lo tengo escrito ni pedido, pero lo que me mande mi Cristo Jesús será lo bueno” —lo dice con mucha convicción— “Lo que no he merecido, lo tengo. Planté árboles, tuve hijos y escribí un libro (Vivencias de un huatabampense 1937-1972), seguramente en el futuro también habrá algo que hacer, que me falte hacer por el tiempo que me queda, que sólo él —volteando a ver al Cristo de la pared— lo sabe…” Así lo dijo, así lo hizo. Murió hoy en Huatabampo a punto de cumplir 95 años… Descanse en Paz el gran José Albino Valenzuela. Ya lo estamos extrañando.