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La palabra legado sólo me suena a ego y no me interesa: Mike Tyson

LA JORNADA /




Nota publicada: 2024-11-14

Al inolvidable Mike Tyson no le preocupa su legado en el mundo del boxeo, una palabra que asocia a la noción de ego y que zanja con desprendimiento. 

El hombre que fue reconocido como el más temible del deporte en la década de los 80 y 90 del siglo pasado, retornará al boxeo este viernes casi dos décadas después de su retiro y con 58 años para medirse en Arlington, Texas, al youtuber Jake Paul, quien presume de tener 70 millones de seguidores, cifra a la que no puede aspirar ningún campeón.

¿Qué me importa mi legado?, dijo Tyson en una amplia charla con Interview Magazine esta semana; nunca supe lo que era un legado y la gente empezó a lanzar esa palabra muy a la ligera. Un legado me suena a ego y voy a morir pronto. ¿A quién le importa lo que alguien vaya a pensar de mí cuando esté muerto?

Para otros, este combate es un circo mediático promovido por la plataforma de entretenimiento Netflix que sólo va en busca de una fortuna en una mezcla de morbo y tino, al aprovechar el nombre de un boxeador legendario y un personaje con una fama desproporcionada.

Es una de las peleas más obvias por dinero en el sucio y viejo negocio del boxeo; no es una rivalidad personal, es sólo por dinero en efectivo. Y mucho, escribió al respecto Steve Bunce para el periódico británico The Independent.

Este es el Tyson que ganó y perdió títulos mundiales y participó en algunas de las peleas más memorables, angustiosas, pero tam-bién algunas vergonzosas del deporte, agrega Bunce; Paul es sólo un prospecto con millones de seguidores en las redes sociales; es una promesa genuina, pero la publicidad tiene sus límites.

Quince minutos de fama

Dada la naturaleza del espectáculo del viernes, quizá sea revelador que Tyson haya elegido hablar tan efusivamente a una revista fundada en 1969 por Andy Warhol, quien supuestamente opinó una vez que todo el mundo será famoso durante 15 minutos.

Tyson, quien en su día parecía empeñado en autodestruirse con la misma furia con la que destrozaba a sus rivales, languideció en la cárcel durante tres años tras ser condenado por violación y más tarde se declaró en bancarrota tras dilapidar sus ganancias estimadas en 400 millones de dólares en los cuadriláteros, hoy afirma haber encontrado la iluminación espiritual fumando veneno de sapo.

Esa paz y serenidad se nota en el peleador cuyo rostro tatuado lo hacían parecer un guerrero despiadado. Hoy, en cambio, habla sobre sanar el alma y asegura que ha recibido mensajes divinos.

Probé una medicina espiritual llamada sapo, relató el ex campeón de los pesos pesados; ves un sapo, le revientas el pus, lo pones en un espejo hasta que endurezca. Lo frotas para que se convierta en arena fina y lue-go te lo fumas. Entonces te encuentras con Dios. Y esto es lo que él me dijo que hiciera.

Los aficionados cuyos padres apenas habían salido de la adolescencia la última vez que se calzó unos guantes de boxeo serán la mayor parte de la audiencia televisiva multimillonaria que se espera. La plataforma de contenido Netflix tiene una miniserie sobre ese combate que ha acaparado la atención de aficionados al pugilismo y a los espectáculos.

Jake Paul, por su parte, lo eligió como enemigo definitivo del reality show. Aun cuando el youtuber apenas había nacido pocos meses antes de la mítica derrota de Tyson en 1997. Esa noche en la que Mike, incontrolable por la ira, le arrancó de un mordisco un trozo de oreja a su rival Evander Holyfield.

“Tienes un youtuber con 70 millones de seguidores. Ningún campeón tiene tantos y yo soy el mejor boxeador desde el principio de la vida, ¿qué más da? Eso hace una explosión de emoción. Y de eso va la vida: de causar el mayor impacto antes de morir”, subrayó.

No será una simple exhibición, como algunas que han ofrecido ex boxeadores, el propio Tyson, sino un combate con ciertas peculiaridades. Será a ocho episodios de dos minutos. Los guantes serán más pesados que los que se usan en esa división, de 14 onzas y no de 10, lo cual disminuye la posibilidad de daño, aunque como se dice, por más grandes que sean esos envoltorios pueden ser muy peligrosos en las manos de un peleador letal. Pero sobre todo resulta asombroso que un hombre de casi 60 años regrese a pelear a un cuadrilátero y con semejante ruido alrededor.

Tyson es una representación en contraste del personaje que construyó en los años 80 y 90. En aquella época lo presentaban como el hombre más malo del mundo, una caracterización que él mismo disfrutaba. Incluso cuando decidió tatuarse el rostro reconoció que lo hizo para verse más temible e inspirar temor en sus adversarios. Décadas después, también admi-tió, que esa imagen fue una maldición que lo persigue. Una imagen que ahora quisiera desaparecer.

En el documental de Netflix para este combate, relata ese otro lado sensible y tímido que ha expues-to en distintas ocasiones, tanto en entrevistas como en su monólogo teatral o en su documental sobre el cuidado de palomas, su gran pasión. De hecho, cuenta que se volvió peleador luego de que un bravucón le arrancó la cabeza a una de sus amadas aves cuando era un niño en Broooklyn, en Nueva York.

Cuando peleé con él, la gente me aplaudía. Después empecé a pelear todos los días, cuenta Tyson.

Como sea, este combate ya cumplió su cometido al atraer la atención del mundo no sólo del deporte. Paul ha ganado prestigio en sus combates y espera ofrecer su mejor versión ante un hombre legendario, pero que frisa la sexta década de edad.


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