Nota publicada: 2024-10-22
La gran mayoría de historias de éxito inician con un emprendedor “de a pie” que, ya sea por gusto y vocación, o por necesidad y falta de oportunidades, como diría Peter Drucker, toma una decisión valiente y decide incursionar en el mundo empresarial.
A veces esto ocurre desde una cochera o un pequeño espacio en casa; o en línea, desde su computadora. Nuestro personaje cuenta con cierta experiencia; usualmente pocos recursos económicos o materiales, pero como denominador común encontramos siempre una visión clara, una gran voluntad y resiliencia, muchas ganas y muchos sueños. ¿Y tú qué esperas para construir tu historia de éxito?
Características comunes encontradas en los emprendedores que se vuelven exitosos son: la capacidad de aprender y desaprender; de buscar mejoras permanentes y cuestionarse sus procesos; de reinventarse sin perder de vista el objetivo; de no aferrarse a ideas y conceptos preconcebidos; de adecuar sus planes frente a nueva información, variables y cambios en el mercado.
Del plan a la ejecución de tu historia de éxito
Una idea, una decisión, un plan, un análisis son fundamentales. Sin embargo, como siempre lo he pensado, la diferencia esencial en el resultado radica en una gran disposición a la ejecución e impulso a la acción, hacer que las cosas sucedan, probar, medir, calibrar, aprender, perseverar y seguir avanzando.
Aún recuerdo hace más de 30 años. Contaba ya con cierta experiencia profesional, había incursionado en distintas áreas del derecho, probando, aprendiendo y averiguando en qué rama de la abogacía me quería especializar. Había conocido ya el litigio, la administración pública, contratos y me encontré con la propiedad intelectual, una de mis grandes pasiones y área que incorpora tanto aspectos legales, como temas mercadológicos, creativos y de innovación, algo que me habría marcado profesionalmente.
Sin encontrar un trabajo que cumpliera mis expectativas de desarrollo profesional y ya con la inquietud de establecer mi propia firma, con el ímpetu, energía y aversión a los riesgos, decidí emprender, cuándo el término emprendedor no se había popularizado ni difundido aún.
Crecer sin perder el objetivo
Iniciar no fue sencillo, carecía de prestigio, reputación y lo más importante, clientes. Crecer sin perder el objetivo tampoco ha sido sencillo, de hecho la firma actualmente es mucho más que un despacho jurídico. Entendiendo al mercado y detectando oportunidades, hoy estoy al frente de la consultoría más importante del país en franquicias.
Por supuesto, ha habido tropezones, momentos críticos, prueba/error, decepciones, ajustes de timón. Mantenerse ha sido lo más complejo, nunca dejas de estudiar, de prepararte, de analizar tendencias, de formar equipo y de construir comunidad, lo que no es un gran esfuerzo de una vez, sino una labor permanente.
Te platico esta historia, porque si te estoy invitando a liberar al empresario que llevas dentro, es porque yo ya pasé por ahí. Desde un inicio, parte de mi vocación fue apoyar a los emprendedores, a micro, pequeñas y medianas empresas a llegar al siguiente nivel.
No todos podemos ser emprendedores
Entre las cosas que tengo muy claras es que dar el primer paso puede ser complicado, hay que vencer miedos, romper paradigmas y barreras mentales, así como asumir responsabilidades y retos muy diferentes. También he entendido que crecer duele y ser empresario implica sacrificios, aunque grandes satisfacciones.
En este milenio nos han vendido la idea de que todos debemos emprender, tener nuestros negocios, ser nuestro propio jefe. Sin embargo, esto no es para todos, no todos tenemos la visión, la paciencia, el estómago y ni siquiera la voluntad y pasión que se requiere. Por supuesto, es válido; cada quién se busca su camino, sus respuestas y construye su propia vida.
No te quedes esperando tu historia de éxito
Pero si tú crees tener una gran idea, un gran sueño, quieres dirigir tu propia empresa, o incluso si ya iniciaste, mi primera recomendación es prepárate, analiza, estudia, aprende; elabora un plan claro, asumiendo donde estás hoy y a dónde pretendes llegar a corto, mediano y largo plazo.
Define bien tu producto y tu mercado, crea y entrega valor, identifica lo que serán tus diferenciadores y ventajas competitivas, pero, sobre todo, no te quedes sentado esperando. Si quieres realmente liberar al empresario que eres, hazlo ¡ejecuta!