Nota publicada: 2013-04-01
Si alguien cree que las guardias de autodefensa ciudadana son una novedad en México, se equivoca. Ya existían a principios del siglo XX en algunos poblados de la sierra de Sonora, para protegerse del bandolerismo y de quienes pretextando actuar en nombre de la Revolución asaltaban y cometían tropelías en algunos municipios como Mazatán, Mátape y San Pedro de la Cueva. Las guardias -integradas por voluntarios entrenados, vecinos de la localidad- se establecían a la entrada de los pueblos y desde ahí revisaban a los forasteros, avisaban del peligro o repelían directamente a los invasores con sus propias armas.
Posterior a la caída del dictador Victoriano Huerta, en la lucha entre las facciones revolucionarias llamadas Convencionistas (por la convención de Aguascalientes) y Constitucionalistas (seguidores del primer jefe Venustiano Carranza), el legendario Francisco Villa en su afán de apoyar su alianza con el gobernador de Sonora José María Maytorena, -que ya había roto con Carranza Calles y Obregón-, cruzó los límites con Chihuahua y entró a Sonora en octubre de 1915.
Entre el 31 de ese mes y el 3 de noviembre perdió su primera batalla en Agua Prieta. En el parte rendido por el general Plutarco Elías Calles se lee: “los atacantes tuvieron mil bajas, entre muertos, heridos, prisioneros y dispersos”.
Villa se retiró a Naco. De ahí pasó a Nogales y en el ferrocarril "sudpacífico" se orientó con destino a Hermosillo, la capital, que era su objetivo inmediato. Llegó a la hacienda El Alamito, y nuevamente fue derrotado por los generales Manuel M. Diéguez y Ángel Flores, en operaciones militares ordenadas por Álvaro Obregón desde Coahuila.
Villa ataca Hermosillo el 21 de noviembre y es repelido. El 23 Villa trata de convencer vía mensajeros a Flores y Diéguez de la legitimidad de su lucha, arremetiendo contra Carranza acusándolo de traición y de incumplimiento de las banderas revolucionarias. “Ėsta carta no lleva finalidad ninguna a mi favor, pues que yo no pretendo que Ud. ni ninguno de los miembros del ejército constitucionalista, se unan a mis fuerzas. Le hablo simplemente como mexicano. Mi conciencia me dice que debo dar a conocer a ustedes en qué condición tan miserable va a quedar colocado el pueblo de México para que no sean ustedes simples instrumentos en manos de la ambición [...] porque indudablemente usted no conoce las condiciones ignominiosas que ha aceptado el Sr. Carranza y que le han impuesto los Estados Unidos a cambio del reconocimiento de su gobierno”.(FR.Almada)
Al sentirse derrotado, Villa trata de regresar a Nogales; pero la ruta del ferrocarril ya le había sido cortada por sus enemigos a través de la destrucción de las vías por órdenes de Obregón.
El 25 de noviembre Villa en plena retirada decide trasladarse de El Alamito a La Colorada, después a Tecoripa y Mazatán para rodear posteriormente por Mátape y llegar a Tepupa y San José de Batuc.
El humor de Villa no era precisamente el mejor, había sido derrotado y humillado, y la causa convencionista se encontraba ya en pleno declive, al igual que sus aliados en Sonora. Aún así y después de abandonar parte del armamento y el equipo de guerra por las dificultades del traslado a caballo a través de la sierra, Villa decide emprender la retirada no sin antes aprovechar los recursos de los ranchos vecinos, que utiliza para alimentar a la soldadesca y sus animales.
Dice Martín Noriega: “En Mátape pasó la noche con toda su gente y allí tuvo conocimiento que había un camino que lo llevaba hasta Chihuahua y podía transportar la artillería sin muchos problemas. Enseguida, un contingente de mas de tres mil soldados emprendieron el viaje por el camino antes mencionado que pasaba por San Pedro de la Cueva. Por otra parte el señor Pancho Villa con el resto de la tropa salió de Mátape por una travesía que lo llevó directamente a Suaqui (de Batuc), lugar donde esperaría a los demás soldados junto con la artillería. Villa y sus acompañantes llegaron a Suaqui el día 30 de noviembre”.
Quien visite la región que se describe en la aventura Villista por Sonora, ubicará con mucha facilidad los eventos históricos que relatan los lugareños y que por generaciones han pasado la información sobre un hecho que no se olvida que permanece en las pláticas de la gente y de los nietos de aquellos que fueron sacrificados en diciembre de 1915 y que -a casi 98 años de distancia- con frecuencia se trae a la memoria.
A decir del cronista de San Pedro, no es fácil olvidar también las crisis de la influenza hemorrágica que azotara la región en 1919 con muchos muertos, las epidemias de sarampión de 1920 que arrasaron con muchos niños, y entrados los treinta del siglo pasado la de meningitis cerebro espinal que también cobrara infinidad de víctimas.
La construcción de la presa Plutarco Elías Calles o El Novillo borró del mapa los pueblos de Suaqui de Batuc, Tepupa y Batúc. Quien visite la región en época de secas y cuando las aguas de la presa bajan sensiblemente, podrá caminar todavía sobre las ruinas de lo que fueron las viviendas, el panteón y una parte importante de la iglesia, que entre derrumbes y despeñaderos causados por más de 45 años de inmersión en las aguas de la presa, se conserva junto a lo que fue la plaza pública del lugar con restos del kiosko a unos cuantos metros del inmueble principal.
Sigue Noriega: “El día primero de diciembre, kilómetros antes de llegar a San Pedro, se adelantó un grupo de soldados para “tantear el vado”. Para esto, el grupo de voluntarios que se había formado para detener a los bandidos ya tenían conocimiento de que se aproximaba otra gavilla (gente lépera de mal vivir) y salieron a su encuentro en el lugar llamado El Cajete, aproximadamente a un kilómetro y medio del pueblo. Empezaron a llegar los supuestos bandidos, les empezaron a disparar y de “un de repente” ¡Que van siendo que no eran bandidos, sino una tropa de más de tres mil soldados! Entonces echaron a pelar y se escondieron para salvar el pellejo”. “En la balacera murieron cinco soldados villistas, entre ellos un sobrino del general, y un solo hombre del pueblo, llamado Mauricio Noriega, que no huyó porque recibió un balazo en la rodilla que le destrozó el hueso y ahí murió por tanta pérdida de sangre”.
Las escenas dantescas vividas por los pobladores de San Pedro de la Cueva posteriores a la muerte del sobrino de Villa y con el dolor acumulado que éste ya traía por la derrota a manos de Obregón, Calles, Diéguez y Flores, no tienen límite en la imaginación de los sanpedrinos, que recibieron de sus bisabuelos y abuelos las versiones que ellos mismos testificaran: Derrumbe de puertas, saqueo de bienes, dinero y comestibles, incendio de viviendas, formación en columnas de seis en seis hombres adultos frente a la iglesia a quienes el centaruro del norte decidió se les fusilara en venganza por lo de su sobrino, y los ruegos del párroco del lugar Andrés Avelino Flores Quesney -nativo de Nuri- intercediendo ante el general Villa-la tercera fue la vencida- para que parara los fusilamientos. A pesar de dos advertencias previas el párroco insistió y fue fusilado también frente a su iglesia.
San Pedro de la Cueva es en la actualidad un pintoresco pueblo, ubicado como paisaje en las inmediaciones de la Sierra sonorense a 120 kilómetros de Hermosillo. Es la tierra donde se creara la oblea; especie de galleta de gran dimensión tipo Ostia, hecha de harina, miel, agua, royal, sal y limón, procesada con una original tecnología y con una destreza admirable de las operadoras de la industria casera que le ha dado fama al municipio.
Desde principios de los setenta, la presa Plutarco Elías Calles o “El Novillo” se ha convertido en el principal sostén de la economía del municipio en dos aspectos importantes: la pesca de tilapia y lobina, que dan para el sostenimiento de muchas familias agrupadas en cooperativas pesqueras y el turismo de pescadores provenientes del extranjero. También la pequeña ganadería y el comercio, que han hecho lo suyo en uno de los municipios donde mayor limpieza y cuidado del ambiente se respira.
Los sanpedrinos han aprendido a vivir con la fama de Villa, y para evitar explicaciones y dar lugar a la especulación, se construyó un monumento “homenaje a los ciudadanos inmolados en este lugar por Francisco Villa el 2 de diciembre de 1915” frente a la iglesia del pueblo, que al pie tiene la lista de los fusilados, donde abundan los apellidos Calles, Noriega, Córdova, Basaca, Rivera, Ochoa Rivera, Encinas y Quijada, entre otros. Por encima del monumento, la estatua del sacerdote Flores Quesney. Se edificó durante la presidencia municipal de José María Encinas en diciembre de 1963, y lo operó la Junta de Mejoramiento Moral Cívico y Material del municipio. Ahí mismo se registra el nombre del escultor P. Calles Encinas y un aviso de donación del general Miguel Piña.
Según Martín Noriega murieron ahí 73 vecinos de San Pedro,6 chinos que comerciaban y 5 “fuereños que andaban de negocios”. 84 en total. y concluye: “¿de que sirvió que éste fulano matara tanta gente? Lo único que dejó fue huérfanos,viudas, y un gran odio. Estoy de acuerdo en que los hombres que lo enfrentaron fueron los culpables,pero no todo el pueblo”.
Plutarco Elías Calles, como gobernador de Sonora (1917-1919) le otorgó una pensión de 15 pesos mensuales a cada una de las viudas.
Villa murió asesinado 8 años después el 20 de julio de 1923, al regreso de un bautismo en Parral Chihuahua. Su muerte fue aclarada muchos años después por uno de sus mejores biógrafos el historiador Friedrich Katz. Plutarco Elías Calles murió de cáncer en la ciudad de México el 19 de octubre 1945. El nombre de Francisco Villa está inscrito en letras de oro en el recinto de la cámara de diputados del Congreso de la Unión como homenaje y reconocimiento. El de Plutarco Elías Calles,estadista de verdad, fundador de instituciones ha generado polémica y nunca ha sido autorizado; pero el nombre de la presa que circunda San Pedro de la Cueva sí.Se llama “presa Plutarco Elías Calles” ¿Ironías de la vida...de la política,o de ambas?