Nota publicada: 2024-10-31
Harrisburg y Nueva York. En Harrisburg, en medio de Pensilvania, Kamala Harris instó a miles de sus simpatizantes a continuar tocando puertas para impulsar el voto en un estado que tiene que ganar para triunfar en la elección nacional, en un acto realizado poco después de que su contrincante Donald Trump encabezó un acto de campaña, a unos cuantos kilómetros de distancia, donde prometió poner fin a la inflación, cerrar la frontera y reducir impuestos para casi todos.
Sólo seis días antes de que se reciban los últimos votos en la elección presidencial, Pensilvania es uno de siete estados que determinarán el resultado nacional, y ambas campañas están conscientes de que el margen de victoria en esta entidad podría ser tan sólo de 50 mil votos de los 7 millones que se pronostica participarán en esta elección.
Horas antes de la llegada de Harris, cientos de sus simpatizantes se congregaban cerca del escenario, con playeras para identificarse como maestros por Kamala o sindicalistas por Kamala, y otros que declaraban su defensa al derecho de las mujeres a optar por el aborto. Porristas y una banda musical de la preparatoria de Harrisburg animaron al público, el cual había estado escuchando una mezcla música de un diyéi, incluyendo lo que se volvió en un himno gay, YMCA, en los años 70; el cual también se toca, de manera inexplicable, en los mítines del ultrarreaccionario Trump.
Pero fue la canción Freedom, de Beyonce, la que anunció la llegada de Harris, quien subió al escenario frente a una gran manta roja en la cual se leía: cuando votamos, ganamos.
Los visito esta tarde porque los necesitamos, Pensilvania, porque tenemos seis días más de las elecciones más consecuentes en nuestra historia, declaró la candidata demócrata, lo que provocó alaridos y miles de teléfonos tomando video. Ante gritos de Ka-ma-la, Ka-ma-la, continuó: nadie se puede quedar sentado en los márgenes, es hora de tocar puertas, de enviar textos a los amigos y vecinos, de hablar con sus familias y colegas en el trabajo para instarlos a ir a votar.
Los mayores gritos de aprobación respondieron cuando dijo: la nuestra es una lucha por la libertad, como la libertad de una mujer a optar...; sin embargo, su discurso fue interrumpido en cuatro ocasiones por activistas que exigían: frenen el genocidio en Gaza –algo que se repite en casi todos sus actos–, llamando la atención por la complicidad del gobierno de Joe Biden y su vicepresidenta Harris al enviar armas a Israel. Como lo ha hecho antes, la candidata respondió: yo soy la que está hablando ahora. Pero sí agregó que, a diferencia de Trump, yo no creo que la gente que está en desacuerdo conmigo sea el enemigo interno. Él quiere encarcelarlos, yo les daré un asiento en la mesa. Pero eso tal vez será después de la elección, ya que no lo ha hecho hasta ahora con sus críticos sobre Israel, y vale recordar que rehusó permitir que algún representante palestino-estadunidense pudiera hablar desde el podio durante la Convención Demócrata, y no hizo ninguna referencia ayer, ni anteayer en su discurso en Washington, al genocidio en Gaza.
El mensaje de ayer en Pensilvania se enfocó en la economía; prometió reducir el costo de vida para las mayorías y repitió varias promesas económicas, desde reducir los impuestos para 100 millones de estadunidenses, hasta ofrecer asistencia para el cuidado de niños, vivienda, pequeños negocios y familias cuidando a los de la tercera edad. Todos tienen derecho a servicios de salud, afirmó.
Sus palabras ante un público mayoritariamente blanco y de clase media fueron bien recibidas, pero sólo se sabrá el día de las elecciones si logró alcanzar y convencer a los indecisos que serán claves en esta elección.
El mitin de Harris, uno de tres que realizó ayer, que incluyeron escalas en otros dos estados claves –Wisconsin y Carolina del Norte–, fue un acto ya bien ensayado con un mismo discurso disciplinado y diseñado para arrancar aplausos de simpatizantes por una candidata que combina advertencias sobre la amenaza que representa Trump al orden democrático con la promesa de un futuro que beneficia a familias trabajadoras estadunidenses –ayer no se hizo mención a inmigrantes y sus contribuciones a la economía.
Trump mantiene el discurso de amenaza
Por su parte, Trump realizó un mitin en Allentown, Pensilvania, la noche del martes donde, como siempre, lo más notable fue la ausencia de disciplina, ofreciendo a su público una gira verbal sobre su propio proceso de pensar, incluyendo, por ejemplo, cómo decidió construir un cuarto para hacer ejercicio con pesas que nunca usó, o una evaluación de cómo se veía su famosa melena anaranjada en ese escenario.
Entre ese tipo de comentarios, Trump retornó a sus temas centrales, habló de cómo sus amenazas para imponer aranceles a autos fabricados en el extranjero habían llevado a una empresa automotriz a cancelar planes para construir otra fábrica en México (no mencionó por nombre a la compañía). Mientras Harris se enfocó en el derecho al aborto, Trump siempre regresa a las amenazas que enfrenta el país: los inmigrantes, la izquierda radical marxista, y medidas para acomodar a los transgénero (incluyendo en el pasado la obvia mentira de que operan a niños en las escuelas para que regresen con otro sexo).
Estados Unidos es un país bajo ocupación; criminales y aquellos sacados de manicomios están cruzando a través de nuestras fronteras, acusó Trump antes de mostrar un video de una mujer cuya hija fue asesinada por dos inmigrantes venezolanos, a los que su contrincante Harris, sostuvo, había permitido ingresar a ese país para esperar la consideración de sus solicitudes de asilo.
El ex presidente sabe entretener –de eso se hizo famoso en su reality El Aprendiz– y conoce a fondo a su público. A lo largo de sus discursos, señala a gente en el público (con frecuencia a mujeres atractivas, a pesar de ser acusado de abuso sexual incluyendo violaciones) para agradecerles su apoyo y de vez en cuando invita a políticos locales a subir al podio para ofrecerle elogios, aunque no tolera compartir los reflectores por mucho tiempo.
El martes el énfasis fue sobre los latinos, ya que los republicanos buscaban frenar los daños de una broma de un comediante en el mitin de Trump en Nueva York el domingo, cuando dijo que Puerto Rico era una isla de basura. Los puertorriqueños son la mayoría de los latinos en Pensilvania y la campaña de Trump buscó distanciarse del comediante, mientras el candidato dijo que ni lo conocía.
Invitaron al mitin en Pensilvania al senador cubanoestadunidense de Florida Marco Rubio y a una figura política de Puerto Rico, como parte del esfuerzo de control de daños.
El ex presidente habló del país que busca rescatar de las manos de los demócratas, y ofreció algunas de sus recetas políticas que van desde sellar la frontera hasta frenar la inflación y recuperar los empleos perdidos, esos que se fueron a otros países. El enfoque siempre es sobre el candidato como estrella, a tal grado que casi se le olvidó el propósito de su acto. Por cierto, deben salir a votar, les recordó, de otra manera yo quedaré avergonzado.